Nos hacemos eco de una entrevista publicada en La Vanguardia de indudable interés periodístico, un niño estuvo con Jesús. Tengo 13 años. Nací y vivo en Imperial, un pueblecito de Nebraska. Voy al colegio y estudio. De mayor quiero predicar por el mundo el amor de Dios: es lo que Jesús me encargó. Me gusta la música, toco el piano y la trompeta. No tengo miedo a morir: ya sé que el cielo es real. Me mira fijamente desde sus trece años con sus ojos azules y me saluda muy circunspecto: enseguida tengo la sensación de estar con alguien muy maduro emocionalmente, muy sereno, no con un chaval. Mi fotógrafo, Pedro Madueño, de pupila afilada, me lo confirma luego: «Entras en la sala… y su presencia llama la atención, atrae». Lo cierto es que se trata sólo de un niño que dice haber visto el cielo…, lo que no es tan extraño: su padre es pastor de la iglesia local, y su madre trabaja en la parroquia. ¿Qué otra cosa podría haber visto Colton en una experiencia cercana a la muerte? Sus padres recogen lo que cuenta en El cielo es real y El cielo lo cambia todo.
Has estado en el cielo? ¡Sí!
¿Cuándo? Tenía casi cuatro años y el cirujano me operaba de una peritonitis…
¿Y del quirófano… al cielo? Estuve al borde la muerte, y salí de mi cuerpo y fui al cielo.
¿Cómo es el cielo? Espectacular, increíble, maravilloso.
¿Qué viste? Vi a Jesús, al Espíritu Santo, muchos ángeles… Y los ángeles me cantaban bonitas canciones. Estuve muy a gusto, sentí amor.
¿Qué clima hay en el cielo? Calorcito, porque la luz de Dios y Jesús ilumina y lo calienta todo.
¿Qué colores tiene el cielo? ¡Todos los colores de la Tierra y más!
¿A qué huele el cielo? No lo sé. Dios no me permite recordarlo.